Como sus hermanos Alberto, José y Ricardo, Ramiro Arrue se dedicó al arte de manera profesional. Trabajó mayoritariamente la pintura, pero también otras técnicas como el esmalte, junto a Ricardo, y el diseño de carteles,
portadas de libros y trajes para espectáculos. Como era habitual, se desplazó a París en 1907 para conocer las novedades en materia artística. Allí se relacionó con otros artistas de la colonia vasca como Zuloaga,
Mogrobejo y, sobre todo, Durrio, e ingresó en la academia libre La Grande Chaumière.
Tras tomar parte en la IV Exposición de Arte Moderno de Bilbao en 1910, impulsó la creación de la Asociación de Artistas Vascos en 1911. Ese mismo año se estableció en la localidad labortana de Ciboure, aunque no
perdió el contacto con su ciudad, pues continuó vinculado activamente a la Asociación. Durante la Guerra Civil se refugió en el País Vasco francés, donde siguió pintando cuadros de tema vasco hasta su muerte en
1971.
Vascos jugando a las cartas es un buen ejemplo de la segunda generación de lo que se ha denominado «novecentismo vasco». Un joven Arrue ha asimilado ya las propuestas para la construcción de un arte vasco moderno:
el recurso a las formas renovadoras de la modernidad francesa y a la pintura clásica para el tratamiento del tema y de los aspectos formales, y, por fin, la representación de un tema vasco que enraizaría la pintura.
La influencia de Gauguin es evidente, como en muchos pintores vascos de la época, posiblemente por mediación de Durrio. En Vascos jugando a las cartas se manifiesta en las amplias manchas de color que configuran
el espacio y en el empleo de una pincelada corta que se reduce a módulo ordenador de la composición. Es interesante observar características similares en pinturas anteriores de Aurelio Arteta, sobre todo en Campesino
con una vaca y una ternera (c. 1913-1915), lo que indica que las enseñanzas de éste calaron en Arrue. Pero las semejanzas entre ambos no se limitan a eso; la geometrización de las formas y los contrastes de luz
y sombra que delimitan rotundos volúmenes fueron puntos de encuentro de estos pintores en los años posteriores, de acuerdo con la tendencia de la pintura europea.
En esta obra se hace patente el esfuerzo por integrar las dos principales corrientes de la pintura de finales del XIX: el ansia de libertad y la capacidad expresiva del color provenientes del simbolismo gauguiniano,
y las enseñanzas de Cézanne en cuanto a la construcción del volumen y la forma. No obstante, Arrue nos ofrece una síntesis muy personal, al introducir un tema vasco en una tipología de cuadros nítidos y sin atmósfera
propia del puntillismo, acercándose por medio de la definición de las figuras y el espacio a los frescos del primer Renacimiento. La geometría limpia de la mesa refleja las sombras de los objetos asimilando esta
obra a la pintura metafísica de poco después, aspecto reforzado por los cuerpos monumentales de los dos jugadores de cartas y sus posturas estrictamente simétricas que ocupan casi todo el espacio. (Ismael Manterola)
百度翻译：http://fanyi.baidu.com
